martes, noviembre 11, 2014

ANTINOM


Es el opaco canto de las aguas dando contra el cristal sonoro
la escasa luz del ocaso que difunde apenas el silencio,
es también el acerado turbión de luz en las estrellas
que destella como mirando desde el centro de un espejo
y el reflejo inmaterial del concierto de la brisa
los que electrizan los cuerpos desde el hombre a la rosa.
Sobre una sábana de lino oscurecido
se disfraza la luz con sus cargas al hombro;
la rompiente de esmeralda que desdibuja la vista
el dormir de las rocas, los corales, el suave roncar de los metales
el amor de la mirada, el brillo del mar
y el azul de la ola de los sueños  
se funden en el tic tac de los tiempos conjugados.

Es la borrasca en lucha contra la tarde
el dragón del espacio, su ritmo y su conseja
su significar en la pausa secreta
ese callar torcido, esa trastienda
cuando las pinturas del amor y del tiempo 
los bocetos de la muerte y su escorzo mudo
se hacen voz congelada en el envoltorio de una noche.
Cuando la página y su letra de imprenta
el paréntesis de la lectura y su fuego 
sus humos, su invisible incienso, su explosión secreta
ahuyentan el vuelo oscuro del maligno.


Los fantasmas eran tan solo tentativas
en contrapunto y reflejo de blanco contra infierno
y el tiempo inmaterial solo cedía
contrastes de cobre y ácido
crepúsculos en negro y sepia
ocasos chispeantes de tordos y gorriones
caminos y entresijos de realidades congeladas
Era toda la realidad y al mismo tiempo no era
era a la vez todo el ruido y el silencio todo 
el esqueleto del jardín y el clamar de sus jaulas de canarios
como un brote en otoño
Como una llama seca de colores de alguna primavera ya olvidada


 Címbalos, broncíneos trombones de inicios del invierno
acero y súbitas quebradas
puertas, mamparas y callejas
frontera última de luz rebotando en las vidrieras
El bulto oscuro de nubes de palabras
dibuja el reborde azul del horizonte
simulando fantasmas de corazones y magnolias.
se deshojarán las horas en los tristes parques de mi mente.
Será un ocaso de versos y fonemas huérfanos
de balbuceos apenas, un borrador de espíritu y poema
donde se deformen en sus luces las manos y los rostros.
De rayos de rojo y sepia que dividan un mundo de sombras y deseos
que traigan de vuelta la escasa brisa tibia en tardes olvidadas
Pero al fin, la oscura y helada fronda de fines del invierno
esa que estruja y oscurece el canto
disolverá el calor y color
del fuego en el espejo.

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